Conforme a cifras del Missing Migrants Project de la OIM, en lo que va de 2015 el fenómeno migratorio a nivel mundial ha tenido 2,369 decesos: 1,829 muertes en el Mar Mediterráneo, 300 en la Bahía de Bengala, 86 en el Cuerno de África, 52 en la frontera México-Estados Unidos, 46 en el Caribe, 18 en Europa, 15 en el este de Asia, 14 en el sureste de Asia, siete en Centroamérica y dos en el sur de África.
Estos números no distan mucho de lo acontecido el año pasado, cuando fallecieron 5,017 migrantes: 3,279 en el Mediterráneo, 540 en la Bahía de Bengala, 265 en el Cuerno de África, 307 en la frontera México-Estados Unidos, 68 en el Caribe, 16 en Europa, 38 en el sureste de Europa, 251 en el este de África, 74 en el sureste de Asia, 105 en Centroamérica, 56 en la Sahara y 17 en el sur de África.
Migración marítima en Europa
“Tres de cada cuatro personas que perecieron al cruzar una frontera en todo el mundo murieron en el Mar Mediterráneo”, declaraba Federica Mogherini, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad ante la 7,439 sesión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en Nueva York el 11 de mayo. Mogherini se refería a las muertes de los migrantes africanos al intentar ingresar a Europa por vía marítima. Las cifras a las que se refería son fulminantes: en 2014 murieron 3,300 migrantes, y advertía que el recuento es mucho peor en 2015. De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), desde principios de este año se han reportado 1,800 muertes. La representante de la Unión Europea urgía a la acción del Consejo de Seguridad pues ésta “es una situación sin precedentes [que] requiere una respuesta excepcional y coordinada”, ya que no sólo se trata de “una emergencia humanitaria sino también de una crisis de seguridad”.
De África a Europa
Son muchas las causas que determinan que alguna persona busque emigrar de su país de origen. En el caso europeo obedecen a “la pobreza, los conflictos, las crisis y las violaciones de los derechos humanos en África, el Oriente Medio y otros lugares, incluido lo que se está observando en las situaciones en Siria, Afganistán y el Cuerno de África”, como lo especificaba Federica Mogherini ante el Consejo de Seguridad. Basta remontarse a finales de abril, al trágico naufragio y muerte de por lo menos 800 personas en el Mar Mediterráneo cuando trataban de llegar a costas italianas. Los reportes señalan que los individuos, entre ellos niños de 10 y 12 años, que perdieron la vida, provenían de Trípoli, la mayoría de Siria, Eritrea y Somalia. Según reportes, las condiciones del barco en que viajaban no eran aptas y al momento de encallar la mayoría quedó atrapada en los pisos inferiores, lo que impidió su salida a la superficie.
Según cifras de la OIM, aproximadamente 35,100 personas han logrado llegar a las costas italianas. Sin embargo, el número de naufragios va en aumento ya que los migrantes siguen viajando en barcos no aptos para navegar. El punto de partida de estas embarcaciones comienza principalmente en las costas de Libia. De acuerdo con Othman Belbeisi, jefe de misión de la OIM de Libia, “esto se debe en parte a los mares más tranquilos, lo que anima a las personas a emprender el viaje. Muchos migrantes utilizan cualquier tipo de embarcación que pueda flotar y como consecuencia el número de personas que perecen en el mar aumenta vertiginosamente”. La mayoría de las embarcaciones son interceptadas antes de que lleguen a altamar por la Guardia Costera Naval de Libia, que hasta ahora ha rescatado a aproximadamente 1,800 migrantes. Además, como relata Belbesi, “lo más preocupante es la condición de muchos migrantes cuando desembarcan en Libia. Muchos están enfermos o han sufrido lesiones durante las operaciones de rescate, pero la asistencia médica, al igual que otro tipo de asistencia humanitaria, es escasa”.
Desde octubre de 2013 el gobierno italiano implementó una operación de rescate con alcance a embarcaciones que se encontraban en altamar conocida como Mare Nostrum y que salvó, según cifras del Consejo Europeo para Refugiados y Exiliados, a más de 140,000 personas. Sin embargo, meses más tarde, en noviembre del 2014, esta operación sería remplazada por la operación Tritón, conducida principalmente por la agencia de seguridad fronteriza de la Unión Europea, Frontex. La nueva operación estaría activa en un rango de 30 millas de las costas italianas, lo que ha generado varias críticas ya que se argumenta podría poner en riesgo a aquellos migrantes marítimos que no logren llegar cerca del territorio europeo. De ahí que Europa busque acción colectiva y cooperación internacional como herramientas para combatir la migración marítima, como lo señalaba Federica Mogherini ante el Consejo de Seguridad, con el objetivo de implementar medidas que disminuyan la capacidad de acción de los contrabandistas o traficantes de personas, y “hacer frente a todas las cuestiones conexas, a saber, la emergencia humanitaria inmediata, la situación de seguridad y las causas fundamentales en los países de origen y de tránsito”.
Asia
La situación antes descrita se replica con el mismo dramatismo en el sureste de Asia. En esta región, durante lo que va del presente año, más de 25,000 personas —principalmente originarios de Bangladesh y de Birmania— han tratado de cruzar la Bahía de Bengala con la finalidad de arribar a Tailandia, Indonesia o Malasia. Al igual de lo que acontece en el Mar Mediterráneo, las autoridades costeras han impedido que dichos navíos desembarquen en sus costas aun cuando las condiciones de los tripulantes sean paupérrimas y sus provisiones para sobrevivir sean mínimas. Las Naciones Unidas estima que aproximadamente 300 personas han muerto en lo que va del año en estas situaciones y ha identificado que la mayoría de estos migrantes son miembros del grupo étnico rohingya, una minoría musulmana de Birmania a la cual dicho gobierno les ha negado la nacionalidad, básicamente reduciéndolos a ser apátridas.
A tal grado ha llegado la crisis en esta región del mundo, que el principio de “no intervención en los asuntos internos” bajo el cual esta erigida la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático ha sido duramente criticado por considerar que permite a los miembros de dicho bloque esconderse, al no pronunciarse en contra del trato que dichos migrantes sufren por ser rechazados sin consideración alguna por los Estados antes mencionados.
Diferentes tipos de migración
La OIM define la migración internacional como el “movimiento de personas que dejan su país de origen, o en el que tienen residencia habitual, para establecerse temporal o permanentemente en otro país distinto al suyo”. Dicha migración puede realizarse de forma regular (esto es, a través de canales regulares y legales) o irregular (al margen de las normas de los Estados de envío, de tránsito o receptores).
En general, el Derecho internacional establece a los Estados la obligación de proteger a sus connacionales. Cuando dichos Estados no pueden cumplir con esta encomienda y sus nacionales salen de su territorio por situaciones de persecución, el Derecho internacional traslada dicha responsabilidad a la comunidad internacional y entran en juego las instituciones del refugio y el asilo. Para aquellos casos en que las personas sufren persecución por sus posiciones o su ideología política, opera el “asilo”, y cuando la persona tiene un miedo fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, membresía a un grupo social o de opinión política en particular, opera el refugio.
Es importante distinguir las instituciones del asilo y el refugio de lo que sería la simple migración económica (con fines laborales), que históricamente ha caracterizado la relación dinámica México-Estados Unidos. Este distingo es importante por las repercusiones jurídicas a las que da pie, ya que en este último escenario el migrante posee derechos humanos, pero éstos no necesariamente conllevan el derecho de residencia o al trabajo en el Estado receptor.
Dilema jurídico
La situación antes descrita no deja de ser preocupante tanto para los migrantes que buscan escapar de situaciones de persecución, o simplemente buscan una mejor vida, como para los Estados a los cuales dichos migrantes intentan llegar ( Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, España, Italia). Los primeros, por el drama —real o imaginario— que viven, y los segundos, por la probable crisis que enfrentarían al aceptar un éxodo masivo de migrantes en su territorio.
No resulta difícil apreciar la dualidad de Estados que genera el fenómeno migratorio: expulsores y receptores. Curiosamente, dicha división también queda plasmada en la forma de interpretar las normas internacionales relativas a los derechos humanos. De aquí que en el mundo jurídico las dos cortes regionales de derechos humanos más representativas —interamericana y europea— sostengan impulsos diferentes en el tema.
Como apunta Marie-Bénédicte Dembour en su libro When Human Become Migrants: “En el sistema interamericano el migrante es primeramente concebido como ser humano en necesidad de protección; en el sistema europeo, por contraste, el migrante es primeramente concebido como un extranjero sujeto al control del Estado soberano. La parcialidad del sistema interamericano es a favor del demandante, mientras en el europeo es a favor del Estado”. Esta posición, según varios comentaristas, se explica fácilmente: los Estados pertenecientes a la Corte Europea se caracterizan a sí mismos como “receptores”, y los de la Corte Interamericana como “expulsores”. En otras palabras, la presión que reciben dichas cortes respecto del tema de la migración es diametralmente opuesta, pero directamente relacionada con la visión de una “fortaleza” que se tiene para Europa y la política de “puertas abiertas” por la que se inclina Latinoamérica.